Más allá de suponer un simple pasatiempo, los beneficios de la jardinería abarcan aspectos fundamentales de cara a un óptimo desarrollo de los niños. Además de aportar conocimientos específicos de cada variedad vegetal, el cuidado de las mismas implica la puesta en práctica y el refuerzo de diversas cualidades humanas y supone, por otra parte, una estimulante vía de acceso a otras áreas de aprendizaje.

1. Fomenta la implicación y la responsabilidad
Todo cultivo exige una constante atención en forma de cuidados, que se verán modificados en función de la etapa de crecimiento de la especie en cuestión. La adquisición de ese compromiso, con la atractiva recompensa final de ver a la planta alcanzar su plenitud algún día, implica una indispensable lección aplicable a otros entornos como el académico.

2. Refuerza la capacidad de ser pacientes
El dilatado proceso de desarrollo de cualquier cultivo no deja espacio para la impaciencia, tan común durante los primeros años de vida. Para lidiar con este hándicap podemos recurrir, en las experiencias iniciales, a alternativas con una germinación y un desarrollo más rápidos, como los girasoles o la rúcula. Poco a poco, sería buena idea introducir otras que necesiten más tiempo y pedir a los niños que comiencen a centrar su atención en documentar el proceso, algo incluso más estimulante que el propio desenlace.

3. Incrementa la seguridad y la autoestima
Otro de los beneficios de la jardinería radica en el hecho de que cuando se siguen las pautas adecuadas, se puede alcanzar el resultado deseado. Ya hablemos de una bella floración o de la satisfactoria cosecha de nuestras frutas, verduras u hortalizas, el éxito obtenido justifica con creces el sacrificio. Y, por supuesto, aumenta la confianza de cara iniciativas posteriores, tanto en este ámbito como en otros más trascendentales.

10 Beneficios de la jardinería en el desarrollo de nuestros hijos

4. Ayuda a interiorizar la importancia del trabajo en equipo
Sea cual sea el tamaño de la plantación, su diseño previo, su puesta en funcionamiento, los cuidados que conlleva y su posterior recolección son tareas susceptibles de llevarse a cabo mediante procedimientos colaborativos. El trabajo en equipo se traducirá en la consecución de objetivos colectivos, algo trasladable a otros contextos vitales para el desarrollo de los niños.

5. Incentiva la creatividad y el sentido crítico
¿Dónde ubicaremos nuestro jardín? ¿Qué plantaremos? ¿En qué recipientes o terreno lo haremos? Para contestar a estas preguntas y a muchas otras, es necesario acudir a la imaginación y, en caso de haberlas, a experiencias anteriores, de cuyos errores habremos aprendido y podremos, por tanto, corregir aquello que no salió como pretendíamos.

6. Reduce el estrés
Los cuidados cotidianos de cualquier variedad suponen un pretexto ideal para desconectar. Centrarse en estímulos sensoriales como el olor, los sonidos o los colores del entorno proporciona una sensación de calma imprescindible para seguir rindiendo al máximo en el resto de ocupaciones.

7. Ilustra el funcionamiento de la vida animal y vegetal
Dependiendo de las opciones que hayamos escogido, los tiempos y métodos serán distintos. Aspectos como la época del año más propicia, el clima ideal, el ciclo de germinación de las semillas o las especies de insectos que podremos encontrar en cada planta (así como los que son o no perjudiciales para su crecimiento), representan un valioso espacio de aprendizaje sobre cómo funcionan la vida animal y vegetal.

Beneficios de la jardinería, el trabajo en equipo

8. Aporta conocimientos gastronómicos
Si nos decantamos por alternativas comestibles, los niños podrán adquirir sólidas nociones en lo relativo a las aplicaciones culinarias existentes. Un buen punto de acceso para implicarles, por otra parte, en la alimentación de la familia, desde el momento de la planificación al de la compra y la posterior elaboración de los platos.

9. Contribuye a una alimentación más saludable
Uno de los beneficios de la jardinería más evidentes se traduce en llevar a nuestra mesa alimentos más saludables que los que encontraremos en la mayoría de estanterías del supermercado. Libres de sustancias químicas y con un elevado valor nutritivo, los frutos de nuestra cosecha nos permitirán, de paso, ahorrarnos el coste que conllevaría comprar otros de calidad similar.

10. Supone un buen entorno para poner en práctica otras enseñanzas básicas
Lejos de limitar el aprendizaje a un área concreta, cultivar nuestro propio recinto nos otorga la oportunidad de sumergirnos en otras disciplinas. Sin ir más lejos, cualquier tarea requerida fomentará la realización de diversos trabajos que depurarán la destreza manual de los niños. Con un poco de imaginación encontraremos excusas perfectas para ampliar otras enseñanzas aparentemente no relacionadas como los idiomas o las matemáticas. Por ejemplo, podemos rotular las plantas con su nombre en distintas lenguas o calcular, a partir de la estimación de la productividad de cada una, la cantidad total de productos que recolectaremos.

Fuente: El Mundo